Un día despertó con Hambre desesperada. Sus 55 kg le requerían cebollas de verdeo, un diente de ajo sazonando el sabroso arroz, qué sabroso sería con un poco de crema y quizá trocitos de jamón, olores y formas, de repente- sed.
Más hambre, sólo resta comer y más comer, pero ahora son 50 kg los que reclaman, extraño, no? Por qué habría bajado de peso, comía cada vez más ordenadamente, y en forma abundante. Comía más y más. Y no había ninguna urraca prometeica que le destrozara las visceras para que se regenereran una y otra vez. Rumbo al cadaverismo, sus menos de 45 kg le secaban la boca y le pedían por glucosa y grasas. Y él satisfacía sus ahora 38 kg. Qué Hambre. Qué flaca debilidad. Prefirió vivir en la calle con tal de destinar todo su dinero a los apenas 20 kg que le restaban. Y engordarlos, pero más comía y más bajaba de peso. Hasta que un día de diciembre el Único kg sobreviviente se sintió un poco mal. Ahora bastante. Ahora más. Nauseabundas ganas de Devolver. El kilo vomitó. Y volvió a ser Hombre. Con Hambre.
viernes, 31 de agosto de 2007
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