domingo, 21 de septiembre de 2008

Pensar cucaracha

Despertó abrumado por la sed de un sueño seco. En la oscuridad del cuarto, tomó el vaso que había sobre la mesa de luz, lo llevó con precisión a sus labios y bebió de un solo trago.

Entre el agua que recorrió fugazmente su garganta, pudo sentir el volumen inequívoco del bicho y alcanzó a pensar cucaracha antes de reconocer los pasitos desesperados dentro de él. En un cosquilleo aberrante, la bestia y él desesperaban al mismo tiempo, ella atrapada en su cuerpo, él también. Pensó ayuda, bicho, morir.

Bajó hasta la cocina guiado por el asco y blandiendo una enorme cuchilla comenzó a hurgar dentro de sí mismo hasta encontrar la muerte. Algunas horas más tarde, la cucaracha consiguió escapar por uno de los profundos cortes, entre la sangre y las vísceras.

Nadie nunca pudo comprender el motivo que llevó a aquel hombre a dañarse de ese modo, porque la imaginación de las personas encuentra algún límite en la repugnancia.

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